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LA VANGUARDIA
Sabado,1 de noviembre de 1980
Fernando GUTIERREZ
No se sabe muy bien si, específicamente, la obra de Cormenzana nos propone un solo acto de contemplación o de lectura, o, como creo, de ambas cosas a la vez. En el extremo total y radicalmente opuesto a donde se halla la pintura de acción, entiendo que se encuentra la del barcelonés Cormenzana, con sus muros, mudos e impasibles, a modo y manera de planos verticales, de frente, que eliminan adredemente la profundad y el horizonte, o más bien planos pictóricos a manera y modo de las páginas de un libro en el espejo. Sobre el color átono un signo dicta su simbología en la abstracción de una forma y desde un color cuya tenuidad se transfigura en opacidad deliberada. El signo – a veces signo-