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There is here a fight of a long tradition in painting: a supposedly empty space –actually full with undefined vibrations of an originary chaos-
All is essential. The same formal and spacial opposition is exhibited with the upmost nakedness. The rigour longs for an absolute character. The spaces, empty of shapes , are already containing the whole painting in its pure state. We are far away from the informalism, even though this art would not be as it is if the other one had not existed. Because all these thin coloured threads, this short but intensive and dense variety of shades are very precise. The door keeps open to hazard –the hazard, of course, is inside-
Despite his youth, Enric Cormenzana has walked a long way. He started out very young and, besides, has skillfully overcome the time. Before the results he has reached we are able to understand his restlessness and veering. He had before himself what he was looking for, as it happens in the best of the cases –as it should always happen. As we acknowledge in these paintings each of his former periods, we realize that we are in front of a ripe fruit, a personal plastic work of a great quality
J. Corredor-
MARZO 1989
Cormenzana, el último bohemio, muestra su obra en Barcelona
El pintor Enric Cormenzana expone una selección de obras en la galería barcelonesa Arteunido. La exposición descubre una vez más una obra austera, de tonos cromáticos inconfundibles, realizada por un pintor que se ha marginado del escaparate artístico.
Cormenzana afirma tajante: "Yo no estoy en la onda, pero en todo caso la onda ya llegará a mí. La moda es pasajera". A los 40 años, Cormenzana se declara lesbiano i (a mi me gusta más estar con una mujer que estar pintando) ateo practicante, de profesión pintor mediterráneo y residente accidental en Barcelona.
Cormenzana desmitifica los lugares comunes actuales del mundo del arte, la idea del artista como creador febril, como teórico reflexivo, como austero intelectual.
Al contrario, Cormenzana parece el último bohemio en la era de la modernidad productiva. No soporta la disciplina, ha rechazado exposiciones y prebendas, pinta cuando quiere, no por obligación, y opina que "lo único importante es vivir. Lo que sucede –agrega-
Cormenzana alternó el interés por la música, las bellas artes y la arquitectura hasta que llegó inevitablemente a la pintura. A los 20 años se fue a París. Empezó viviendo en un mugriento estudio y acabó alojándose en el hotel Ritz.
Un día, casi por casualidad, el editor y poeta Pierre Seghers le invitó a una sesión privada de cine donde coincidió con Vieira da Silva. Louis Aragon, Georges Brassens y Georges Mousraki, entre algunos otros parisienses de pro. Seghers le presentó como "le jeune Picasso". Con tales relaciones, Cormenzana pudo afincarse con comodidad en París pero regresó y tampoco parece arrepentido.
Al margen de escuelas, corrientes generales y modas Cormenzana recuerda que llegaron a clasificarle como informalista. "Pero yo pienso que mi pintura es clásica aunque sea abstracta. Me gusta demasiado la belleza como para romperla". La obra de Cormenzana presenta unos signos de racionalidad que contrastan con su personalidad de tímido impulsivo en constante rebeldía.
MARZO 1989
EL PERIODICO
R.F